En
cualquier relato hay una serie de elementos básicos, clasificados y denominados
de diferentes formas según el autor que los estudie. Nosotros los llamaremos,
espacio, tiempo, personajes, narrador, punto de vista, argumento y orden de los
hechos.
Empezaremos
trabajando con el espacio. En primer lugar, pondremos tres ejemplos de
descripciones de espacio. Uno (1) realista, otro (2) de corte fantástico
poético, otro (3) onírico y un último (4) también en una línea fantástica
utilizando jitanjáforas. Los que seguisteis la primera parte del taller
recordaréis que las jitanjáforas son palabras inventadas sobre las que hicimos
ejercicios.
Vamos
con los ejemplos
1
“La
heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba
las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles
no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos,
pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en
esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que
el aire envuelve en sus pliegues invisibles.
Cual
turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se
juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo
sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales
temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las
esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se
incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a
un plomo.
Vetusta,
la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del
cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y
familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la
esbelta torre en la Santa Basílica. —La torre de la catedral, poema romántico
de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra
del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe
decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las
vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba
contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era
una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas,
amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza
sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores,
elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en
pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz
de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura,
haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos
malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande
de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre ésta una cruz de hierro
que acababa en pararrayos”.
“La Regenta”, de Leopoldo Alas
Clarín
2.
“En
el centro de Fedora, metrópoli de piedra gris, hay un palacio de metal con
una
esfera de vidrio en cada aposento. Mirando dentro de cada esfera se ve una ciudad
azul que es el modelo de otra Fedora. Son las formas que la ciudad habría podido
adoptar si, por una u otra razón, no hubiese llegado a ser como hoy la vemos. En
todas las épocas hubo alguien que, mirando a Fedora tal como era, había imaginado
el modo de convertirla en la ciudad ideal, pero mientras construía su modelo en
miniatura, Fedora dejaba de ser la misma de antes, y aquello que hasta ayer
había sido uno de sus posibles futuros ahora era solo un juguete en una esfera de
vidrio. Fedora tiene hoy en el palacio de las esferas su museo: cada habitante
lo visita, elige la ciudad que corresponde a sus deseos, la contempla
imaginando que se refleja en el estanque de las medusas donde se recogía el
agua del canal (si no hubiese sido desecado), que recorre desde lo alto del baldaquín
la avenida reservada a los elefantes (ahora expulsados de la ciudad), que
resbala a lo largo de la espiral del minarete de caracol (perdida ya la base
sobre la cual debía levantarse). En el mapa de tu imperio, oh gran Kan, deben
ubicarse tanto la gran Fedora de piedra como las pequeñas Fedoras de las
esferas de vidrio. No porque todas sean igualmente reales, sino porque todas
son sólo supuestas. Una encierra aquello que se acepta como necesario mientras
todavía no lo es; las otras, aquello que se imagina como posible y un minuto
después deja de serlo”
“Las ciudades invisibles”, de Italo
Calvino
3.
“Sandina
de los Sueños está en medio de un paisaje de colinas dulces para el corazón,
como de arena suave. Al viajero, Sandina se le parece siempre al sitio donde
transcurrió su infancia. Debe de ser por la luz, dice el alcalde. A Sandina se
puede ir a través del sueño o por los caminos de la tierra, si bien no es fácil
encontrarla. Pero sólo una vez. A Sandina de los Sueños sólo se puede llegar
una vez en la vida. Los que intentan ir por segunda vez se vuelven locos y se
convierten en el fantasma de su deseo. Podemos encontrar personas que ya
murieron. O a otros que llegaron soñando. Dos que llegan a Sandina por las vías
del sueño en una misma noche, si se ven, ya despiertos, al día siguiente, se
dirán el uno al otro: “Anoche te vi en mi sueño”. Incluso podrán continuar la
conversación que mantuvieron dormidos. Otros habitantes de Sandina son
sencillamente ilusiones, proyecciones, entelequias, aunque toman copas en la
taberna, pescan salmones o cumplen su función de ciudadanos (carpinteros,
albañiles, hortelanos, médicos) dentro de la comunidad. Todas estas cosas
pueden hacer suponer que Sandina es un producto de la imaginación o un símbolo.
Pero no es así, de ninguna manera. Es un pueblo bien real, que viene en los
mapas, aunque es verdad que no en todos porque no es una localidad importante.
Hace un par de años, por ejemplo, fue galardonada con el Premio a la Belleza
que el gobierno concede a los pueblos que cuidan su limpieza y su aspecto. Allí
conviven tres tipos de habitantes: los que han llegado a través del sueño, los
que han llegado en bicicleta, coche, tren, barco, y los autóctonos. Estos
últimos se subdividen, a su vez, en: los que siempre han estado en Sandina, los
que han llegado a través de lo que llamamos muerte, los que llegaron viajando y
han decidido perderse para siempre y los que han nacido allí. Los que han
nacido en Sandina (que son los niños abortados en la realidad) pueden ser puros
o mestizos (puros sandinos, puros forasteros o mestizos de ambos). Diferentes
cualidades y señales distinguen a los individuos de cada una de estas clases y
subclases. Por ejemplo, los que han llegado a través del sueño, pueden volar;
los que han llegado por los caminos de la Tierra no pueden volar; que los
autóctonos vuelen depende de la voluntad de los soñadores. Los soñadores tienen
éste y otros peregrinos poderes, lo que, dependiendo de su natural, los hará
más o menos antipáticos a los autóctonos. Pero nunca deseados. Lo único que
hace soportable a los autóctonos la visita de los soñadores es que se irán al
despertar y ya no podrán volver nunca. Asumen mejor a los viajeros, sin poderes
extraordinarios y cuyo esfuerzo por llegar es testigo de su amor por el sitio.
Si un viajero decide quedarse para siempre, es aceptado en la comunidad como
uno más. Y si son buenos y propicios, en sus funerales (en Sandina sólo mueren
los viajeros) rocían sus cadáveres con licor de voz de caelowe. Tuve
oportunidad de contemplar este rito. Cuando el licor moja el cuerpo del muerto,
éste se transforma de inmediato en fantasma sin dejar residuos y se
reincorpora, en su nueva naturaleza, a la vida de la comunidad. Se hace una
fiesta, como cuando nace un niño. Los beneficiarios de este rito son los únicos
de los que puede decirse, de algún modo, que llegan dos veces a Sandina”.
“Sandina”, de Félix Morales Prado
4.
“las
veredas a través de los campos que a ningún sitio llevan con todas esas cosas
que pasan en los filimbros del tiempo y van chascando la conciencia súbita. las
mañanas cubiertas de rocío que se prolongan sobre las sensaciones como una
promesa. de la imagen del tren entre los juncos sobre lomas de arena qué diré,
no era lógico allí. aquella aldea junto al charco negro donde se ahogó un
adolescente. las mujerucas envueltas en siniestros paños de algodón que ocultan
su ternura, sentadas en los porches, mirándome pasar, han evitado verme, se han
quedado encerradas con su dolor que es sólo estatua dentro de las chozas shareb
que añoran (casas cuerpos que aman) el pantano. y palafito, una de esas
palabras muertas que me invaden la lengua desde yo no sé dónde, se me quedó
agarrada a ella. clavé la espuela en la bestia que, silbando, se alejó de aquel
sitio y atravesó el viento de los mastros durante tres estancias (dos de
placer, una de dolor). viene después el bosque que dormita debajo, desde donde
me llegan las quejas de los leprosos que viven en su culpa. una figura de
blanco resplandor porta una espada y llora mientras se pierde a través del
laberinto interior. los desgraciados le gritan “no te importa” y el sol
poniente, más allá de marismas y de playas, ilumina la fiesta de la ciudad
cristal. le he puesto un nombre a mi furión mientras le daba de beber en la
fuente de los Descubrimientos. él me lo ha agradecido, porque estaba a punto de
deshacerse en la no-identidad, y ahora lame su nombre y lo acaricia y se duerme
sobre la hierba de los túmulos crecidos en tan antiguas ruinas. descanso
sentado en estas reliquias de la Otra Época, estos despojos que todos rehuyen,
y en silencio siento crecer los miembros olvidados como el enfermo siente
crecer el cáncer que lo come. parpadea el secreto y lloro a la matresca
mientras las luces desconocidas que pasean el cielo brillan sobre las
superficies de las balsas del aceite negro. si hay mañana, y los resplos no
paran las horas, cabalgaré hacia el futuro entonces. sé que infrinjo las normas
y el sentido. la estraensa podría surgir entre las grietas y la matresca no me
enseñó la clave del que escapa. consultaré a mi ser que se renueva. suena una
música en los edificios rotos. allí vislumbro las sombras que se temen. pasean
entre las piedras, ríen, beben de esbeltas copas un licor amarillo. miran al
cielo en donde crece una luna redonda y se juntan las bocas como mezclando la
palabra. algunos de ellos montan en barcos que eflusionan de pronto y se
pierden después por el agua fantasma. el furión está soñando lo que pienso y va
adoptando las formas evocadas. se ha convertido ahora en la matresca y me ha
mirado como si me dijese”.
“Palimpsesto”, de Félix Morales
Prado
El
ejercicio consistirá en describir un espacio, el que queráis, una habitación,
una plaza, un campo, un pueblo, una ciudad… Primero, de una forma realista y,
luego, retomarlo y convertirlo en una descripción poética, fantástica, onírica
o surrealista. No es necesario, ni deseable más de medio folio. Las
aportaciones se pondrán, en esta ocasión, aquí en el blog, como comentarios a
este post. Todas ellas serán atendidas y corregidas en caso necesario. Esta
actividad se desarrollará entre el lunes 21 de abril y viernes, 25.
No
olvidéis firmar con vuestro nombre real y con el de twitter. Saludos. Buena
semana y buenos ejercicios.