Un escritor debe
conocer y manejar el lenguaje como un prestidigitador o un tahúr su baraja de
naipes. Ha de jugar con él, analizarlo y examinarlo minuciosamente desde sus
mínimos componentes, fonemas y grafemas, pasando por morfemas y palabras,
cabalgando oraciones y enunciados hasta montar y desmontar textos, una y otra
vez, penetrando el secreto de sus múltiples semánticas y, sin dejar de entender
que la resolución final no existe, no cesar de perseguirla. Sólo el escritor
que, al ir acabando su camino, sabe que apenas está comenzando a aprender, ha
aprendido realmente. Su tarea es muy semejante a la del asceta. Y, aún así, si
no la hace con gusto, con pasión, pronto lo cansará el camino y abandonará. Por
eso no debe olvidar tampoco la dimensión lúdica de su quehacer. Y por eso aquí desarrollamos
juegos que, aunque puedan parecer baladíes, son muy importantes para nuestro
propósito.
Abordemos en
esta ocasión las letras del alfabeto, tanto en su dimensión gráfica como
sonora. Determinados planteos científicos, completamente respetables desde su
enfoque, afirman que el lenguaje es no motivado, arbitrario, producto de una
convención colectiva. Que no hay relación entre sonido y sentido. Otros, sin
embargo, como los que sostiene la fonosemántica, no discurren por ahí. Veamos
algún ejemplo: El sustantivo “chapoteo” o el verbo “chapotear” imitan el sonido
de la acción a la que se refieren. “Gruñir”, “bramar”, “rugir” contienen erres
que evocan el ruido que implican tales acciones. Las repeticiones fonéticas en “tartamudear”,
“farfullar”, “balbucir” retratan la torpeza verbal que significan. Por sólo
poner unos ejemplos sin afán de profundizar.
Y si nos
remitimos no sólo a la cábala sino al ejercicio poético en particular y
literario en general, encontramos asímismo una dimensión simbólica de los
componentes lingüísticos, dimensión que tiene muchas vertientes.
Comencemos con
una pregunta cuya respuesta está clara de antemano. De estos dos montes, ¿A
cuál llamaremos “Borobó” y a cuál “Fililí”?
Evidente, ¿no?
¿Y cuál es el motivo? ¿Cuál es la razón de que casi todos nosotros hayamos
elegido el mismo nombre para cada uno de los dos montes? El simbolismo, sí,
basado en el pensamiento analógico y la teoría de las correspondencias, tratada
por Baudelaire en su poema de ese nombre, “Correspondances”, en el que se
resume la filosofía del movimiento literario simbolista. Leamos esta versión de
Ignacio Caparrós:
La creación es un templo donde vivos pilares
hacen brotar a veces vagas voces oscuras;
por allí pasa el hombre a través de espesuras
de símbolos que observan con ojos familiares.
Como ecos prolongados que a lo lejos se ahogan
en una tenebrosa y profunda unidad,
inmensa cual la noche y cual la claridad,
perfumes y colores y sonidos dialogan.
Laten frescas fragancias como carnes de infantes,
verdes como praderas, dulces como el oboe,
y hay otras corrompidas, gloriosas y triunfantes,
de expansión infinita sus olores henchidos,
como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,
que los éxtasis cantan del alma y los sentidos.
Inspirado en la dimensión simbólica de las vocales,
escribió Arthur Rimbaud un poema, cuya versión de Mauricio Bacarisse vemos a
continuación:
VOCALES
A
negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
diré algún día vuestros latentes nacimientos.
Negra A, jubón velludo de moscones hambrientos
que zumban en las crueles hediondeces letales.
E, candor de neblinas, de tiendas, de reales
lanzas de glaciar fiero y de estremecimientos
de umbrelas; I, las púrpuras, los esputos sangrientos,
las risas de los labios furiosos y sensuales.
U, temblores divinos del mar inmenso y verde.
Paz de las heces. Paz con que la alquimia muerde
la sabia frente y deja más arrugas que enojos.
O, supremo Clarín de estridores profundos,
silencios perturbados por ángeles y mundos.
¡Oh, la Omega, reflejo violeta de Sus Ojos!
diré algún día vuestros latentes nacimientos.
Negra A, jubón velludo de moscones hambrientos
que zumban en las crueles hediondeces letales.
E, candor de neblinas, de tiendas, de reales
lanzas de glaciar fiero y de estremecimientos
de umbrelas; I, las púrpuras, los esputos sangrientos,
las risas de los labios furiosos y sensuales.
U, temblores divinos del mar inmenso y verde.
Paz de las heces. Paz con que la alquimia muerde
la sabia frente y deja más arrugas que enojos.
O, supremo Clarín de estridores profundos,
silencios perturbados por ángeles y mundos.
¡Oh, la Omega, reflejo violeta de Sus Ojos!
Ramón Gómez de
la Serna trató el asunto en sus Greguerías, siempre desde el punto de vista
humorístico que le era propio:
-La B es el ama
de cría del alfabeto.
-La ü con
diéresis: dos íes siamesas.
-La F es el
grifo del abecedario.
-La X es la
silla de tijera del alfabeto.
-La ü con
diéresis es como la letra malabarista del abecedario.
-La i es el dedo
meñique del alfabeto.
-La Q es un gato
que perdió la cabeza.
Podría
plantearse la pregunta: ¿qué diferencia hay, entonces, en estos casos, entre el
símbolo y la metáfora? Veamos lo que registra el Diccionario de la Real Academia
Española. Por una parte, la palabra símbolo tiene múltiples significados en la
práctica. De todas las acepciones, nos quedamos con la segunda, que es la que
nos interesa ahora:
SÍMBOLO
2. m. Figura
retórica o forma artística, especialmente frecuentes a partir de la escuela
simbolista, a fines del siglo XIX, y más usadas aún en las escuelas poéticas o
artísticas posteriores, sobre todo en el superrealismo, y que consiste en
utilizar la asociación o asociaciones subliminales de las palabras o signos
para producir emociones conscientes.
En cuanto a la
metáfora, dice el DRAE en su acepción primera:
METÁFORA
1. f. Ret. Tropo
que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en
virtud de una comparación tácita; p. ej., Las perlas del rocío. La primavera de
la vida. Refrenar las pasiones.
Efectivamente,
hay puntos de contacto, identidades incluso, entre símbolo y metáfora. La
diferencia de uno a otra es una cuestión de enfoque. Digamos que el símbolo
utiliza la metáfora. Usamos la metáfora para referirnos a una realidad
renovando su percepción a través de lo que se ha llamado extrañamiento. El
símbolo toma una realidad, un objeto, y le atribuye uno o múltiples
significados con los que está unido por rasgos de similitud.
Ejemplos: “Moneda
de oro del cielo” es una metáfora del sol. El sol, por su luz y poder, puede
ser un símbolo de la divinidad y así ha sido considerado en muchas religiones.
La metáfora
tiene, además, un solo significado. El símbolo es susceptible de múltiples
significados. Una metáfora se refiere a una sola cosa. Pero una cosa puede
simbolizar muchas otras.
La metáfora es,
pues, una herramienta utilizada por el símbolo. Y no sólo la metáfora
tradicional. También la sinestesia, especie de metáfora irracional, aparte de
fenómeno neurofisiológico (en lo que no entraremos), se utiliza en el
simbolismo literario.
SINESTESIA
La Sinestesia es
una Figura Retórica que consiste en mezclar sensaciones percibidas por órganos
sensoriales distintos (sensaciones auditivas, visuales, gustativas, olfativas y
táctiles), como hemos podido ver en el poema VOCALES, de Rimbaud. También se
denomina Sinestesia cuando se mezclan estas sensaciones con los sentimientos
internos (tristeza, alegría, etc...)
Aquí dos de Juan
Ramón Jiménez: “En el cénit azul, una caricia
rosa”. “Es de oro el silencio.
La tarde es de cristales”.
Otro ejemplo del
uso de la dimensión simbólica de las letras, en este caso en Torrente
Ballester: “Sin embargo, aquella potencia sonora, a poco que se fijase el oyente,
resultaba explicable y sin el menor misterio, pues no era ni más ni menos que
el resultado de un modo de pronunciar que pudiéramos llamar reforzado; quiere
decir que las explosivas lo eran en
medida atronadora; que las fricativas acariciaban la piel de puro suaves, y que
las sibilantes parecían salir de un nido de sierpes mitológicas”.
Perdonen el
rollo, que se ha considerado necesario para introducir esta actividad. La
actividad en sí es muy creativa y creemos que gratificante. Ya nos dirán.
Veamos.
Centrémonos en
las letras. ¿A qué se parece, qué nos recuerda la O, la R, la v, la T, la s o
cualquier otra? O ¿qué nos evocan los sonidos que representan? Incluso (y tocamos
aquí una cuestión que trataremos más adelante y más extensamente), ¿a qué
saben? –sí, a qué saben-, ¿a qué huelen? ¿cómo es su tacto? A partir de estas
preguntas y consideraciones habrá que escribir tuits literarios que pueden ser
microrrelatos, pequeños poemitas, etc; eso queda a su elección.
Esta actividad
se desarrollará del 28 de enero al 1 de febrero y deberán usarse las etiquetas
#TallerLiterario y #simbolismo, teniendo cuidado de dejar un espacio entre
ambas, pues ha pasado muchas veces que escriben juntas las etiquetas por
ahorrarse un carácter y esto ocasiona que no aparezcan sus textos en las
búsquedas de twitter.
Al final del día
se elegirá un tuit (en base a su belleza, originalidad y/o complejidad), mismo
que recibirá la mención especial ya conocida por ustedes: #FGmención.
Félix Morales Prado